SALINAS, California, EE.UU. (AP) — Sigrid Stokes tiene 76 años y ninguna intención de jubilarse. Está demasiado ocupada salvando vidas durante una pandemia, como hiciera su madre hace más de un siglo.
Su madre Kristine Berg Mueller atendió a las víctimas de la pandemia de gripe que causó estragos en todo el mundo en 1918. Hoy ella vacuna a trabajadores del campo de la salud que combaten el COVID-19.
Mueller tenía 14 años y vivía en su Noruega natal cuando surgió la pandemia de 1918 que mató a unos 50 millones de personas.
“Ella y una amiga se ofrecieron como voluntarias para trabajar en un hospital local, haciendo lo que pudiesen. Me imagino que daban de comer a los pacientes, los bañaban, les hacían la cama… lo que fuera”, relató Stokes recientemente mientras se preparaba para aplicar vacunas en el Salinas Valley Memorial Hospital cercano a su casa en el norte de California.
Su madre le dijo que la experiencia vivida durante la pandemia del siglo pasado fue lo que la alentó a hacerse enfermera.
La familia no tenía dinero para costearle los estudios de enfermería, pero una tía de San Francisco ofreció hacerse cargo de ella. Fue así que se radicó en Estados Unidos en 1923 y cuatro años después se matriculó en un programa de enfermería.
Posteriormente se casó y se fue a vivir a Los Ángeles, donde el padre de Stokes tenía una librería. Allí la madre continuó sus estudios.
Una de las tareas que se le asignaron fue llamar a los estudios de cine de vez en cuando para asegurarse de que los actores menores de edad trabajaban en condiciones saludables. Stokes tiene una foto de su madre con Shirley Temple, ambas sonriendo.
Stokes muestra la misma alegría, con su cabello blanco y anteojos negros. Pero se concentra mucho en su trabajo.
“Doy buenas inyecciones”, asegura.
Lo demuestra cuando, usando un tapabocas, coloca hábilmente la aguja en el brazo de un individuo que ni pestañea.
Se acercaba a los 30 años cuando Stokes decidió que quería seguir los pasos de su madre y ser enfermera.
“Me ofrecí de voluntaria en una unidad de pediatría. Me gustaba mucho lo que hacía”, expresó.
Todavía trabajaba a tiempo parcial cuando estalló el brote de coronavirus a principios del año pasado. Se le dijo que a su edad no debía lidiar con pacientes del COVID-19, pero ella respondió que podía aplicar vacunas.
Al llegar al hospital desde su casa de Pacific Grove luce aros esmaltados que hizo con un collar noruego que su madre lució orgullosamente hasta su muerte a los 91 años en 1995.
“Los uso de vez en cuando al venir a trabajar porque son una especia de talismán, siento que ella está conmigo”, manifestó Stokes, quien también tiene una capa negra que su madre usó por años encima de su uniforme blanco.
Stokes dice que no piensa dejar la lucha contra el COVID-19, que ha matado a más de 2 millones de personas en todo el mundo y a más de 450.000 en Estados Unidos.
“Hay que acabar con esto”, indicó. “Hay que vacunar a la gente para que podamos poner el país nuevamente en marcha”.