SAN FRANCISCO (AP) — Kevin Hines se arrepintió de haber saltado del puente Golden Gate de San Francisco en el momento en que sus manos soltaron la barandilla y se precipitó el equivalente a 25 pisos hacia el océano Pacífico, rompiéndose la espalda.
Hines sobrevivió milagrosamente a su intento de suicidio en septiembre de 2000, cuando tenía 19 años y luchaba contra un trastorno bipolar. Fue una de las cerca de 40 personas que sobrevivieron tras saltar del puente.
Hines, su padre y un grupo de padres cuyos hijos se suicidaron al saltar desde el puente abogaron sin descanso por una solución durante dos décadas, enfrentándose a la resistencia de la gente que no quería alterar la emblemática estructura que ofrece amplias vistas del océano Pacífico y la bahía de San Francisco.
Pero el miércoles por fin se cumplió su deseo, cuando funcionarios anunciaron que se habían instalado redes de acero inoxidable a ambos lados del puente de 2,7 kilómetros (1,7 millas).
“Si la red hubiera estado allí, me habría detenido la policía y habría recibido la ayuda que necesitaba inmediatamente, y nunca me habría roto la espalda, ni me habría destrozado tres vértebras, ni me habría encontrado en el camino en el que me encontraba”, declaró Hines, ahora promotor de la prevención del suicidio. “Estoy muy agradecido de que un pequeño grupo de personas con ideas afines nunca se rindiera ante algo tan importante”.
Casi 2.000 personas se han lanzado al vacío desde que se inauguró el puente en 1937.
Las autoridades municipales aprobaron el proyecto hace más de una década, y en 2018 comenzaron las obras para las redes de malla de acero inoxidable de 6 metros de ancho. Pero el trabajo para completarlas se retrasó repetidamente hasta ahora.
Las redes, colocadas a 6 metros de la plataforma del puente, no son visibles desde los coches cuando cruzan. Pero los peatones que están junto a las barandillas sí pueden verlas. Se fabricaron con acero inoxidable de grado marino que puede resistir el duro entorno que incluye agua salada, niebla y fuertes vientos que a menudo envuelven la llamativa estructura naranja situada en la desembocadura de la bahía de San Francisco.
Las redes están pensadas para disuadir a las personas de saltar y frenar la tasa de mortalidad de quienes aún lo hacen, aunque probablemente resulten gravemente heridos.