El lento retorno a la normalidad tras dos años de pandemia

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PORTLAND, Oregón, EE.UU. (AP) — Ahora que los contagios del COVID-19 bajan en todo el mundo, Emily Safrin hizo algo que no se había animado a hacer desde hacía dos años: Se olvidó de sus temores y fue a un concierto.

Esta mesera de un restaurante, que se aplicó las tres vacunas, pensaba dejarse la mascarilla. Pero cuando subió el regatonero Bad Bunny al escenario hubo un frenesí tal que se lo sacó. Poco más tarde, caminó por un barrio de moda de Portland con amigos, sin tapabocas.

Dos años después de que la Organización Mundial de la Salud declarase el COVID-19 una pandemia, cambiando el mundo de la noche a la mañana, aumentan el alivio y la esperanza tras un prolongado período de pérdidas, temor e incertidumbre.

“Se suponía que todo el mundo estaba vacunado o tenía una prueba negativa. Me dije, ‘al diablo, voy a disfrutar la vida’”, relató Safrin. “Fue algo fuerte, para ser sincera. Pero me sentí muy bien al recuperar un poco de normalidad”.

El mundo está finalmente librándose de una ola de contagios de la variante ómicron al cumplirse dos años desde el inicio de la pandemia, que comenzó formalmente el 11 de marzo del 2020, cuando la OMS hizo su anuncio, informando acerca de la gravedad de una amenaza que por entonces había causado estragos más que nada en China e Italia. Las bolsas de valores se desmoronaron, se cerraron las escuelas y la gente empezó a usar tapabocas. Desde entonces, más de 6 millones de personas han muerto por el virus a nivel mundial y la vida de todos fue alterada radicalmente.

El surgimiento de una vacuna en diciembre del 2021 salvó una cantidad de vidas, pero generó divisiones políticas, dudas y sacó a la luz las desigualdades de los sistemas de salud, que impidieron el acceso de millones de personas de todo el mundo a la vacuna, prolongando la pandemia.

Las cosas, no obstante, están mejorando.

En su informe más reciente, la OMS dijo que los contagios y las muertes bajan en todo el mundo. Solo una región, el Pacífico occidental, registra aumentos en las infecciones. En el Medio Oriente y África los contagios disminuyeron un 46% y un 40% respectivamente.

Otro dato positivo: La ola del contagioso ómicron y las vacunas hicieron que tanta gente esté protegida contra el coronavirus que cualquier brote futuro seguramente no causará tantos estragos en la sociedad, según los expertos.

“Cuesta usar la palabra ‘normal’. No sé si realmente volveremos alguna vez a la normalidad. Nos adaptamos y seguimos adelante”, expresó Julie Kim, jefa de enfermeras del Providence St. Jude Medical Center de Fullerton, California, que se conmueve al recordar los días en que los hospitales estaban desbordados por pacientes del COVID-19, los médicos y las enfermeras estaban agotados y no regresaban a sus casas por temor a llevar el virus.

Kim dice que, si bien el personal médico está mejor preparado ahora para enfrentar la enfermedad, muchos quedaron traumatizados por las experiencias vividas en los dos últimos años.

“A mucha gente le cuesta lidiar con lo que vivimos”, manifestó.

En todos lados se están levantando las restricciones y las órdenes de vacunarse. Pero las autoridades sanitarias advierten que no hay que descuidarse.

Albert Ko, epidemiólogo experto en enfermedades infecciosas de la Yale School of Public Health, dijo que todavía surgen nuevas variantes y que no se puede cantar victoria.

“El gran interrogante es, ¿van a ser tan moderadas como el ómicron o más severas?’. Lamentablemente, eso no lo sabemos”, expresó.

Junto con los contagios, también está bajando la demanda de pruebas de COVID.

Jaclyn Chavira recuerda el temor de la gente en las colas para hacerse la prueba, que llegaron a tener miles de personas en Los Ángeles a fines del 2020.

En el gigantesco centro de pruebas levantado en el estadio de los Dodgers, las colas de automóviles para que sus ocupantes se hiciesen la prueba llegaron a tener dos millas (más de 3 kilómetros).

“Ahora la gente ya no se preocupa tanto”, dijo Chavira.

No todo el mundo está listo para volver a la normalidad.

Amber Pierce, empleada de un bar-restaurante de Portland, estuvo sin trabajo casi un año por el COVID-19 y tuvo la suerte de no infectarse durante una ola de contagios en su trabajo. Un cliente habitual falleció por el virus.

Ella sigue usando el tapabocas afuera.

“Quiero asegurarme de que no hay nuevos brotes ahora que la gente deja de usar los barbijos y se siente más confiada”, comentó mientras se desinfectaba las manos.

“Todavía me pone un poco nerviosa” el virus, agregó.